domingo, 26 de abril de 2009

ANTES NUNCA ANTES

El Caminante reposó su cabeza sobre la almohada, una sonrisa se insinuó en su rostro, por primera vez en mucho tiempo. Sus ojos recorrieron la silueta tendida a su lado, esa mirada representaba más que mil elogios.
La edad del Caminante, mas de la que quisiera recordar, la de ella, indefinida, sus manos hablaban de luchas y labores arduas, del amor a sus hijos y de comidas preparadas con amor, de caricias no correspondidas y de letras volcadas en páginas para ser leídas por quien sabe quién, tenía la piel y la virtud de aquellas mujeres para las cuales los años mas que una carga, son la piedra que pule el rubí para resaltar su brillo.
Todo su cuerpo era armonía, una danza perfecta aún en el reposo, desde sus piernas, torneadas y firmes, sus senos, curvas dibujadas por el mas sensual de los artistas, sus hombros, paradigma de la perfección enmarcando un tatuaje dibujado por un artista, envidiado desde ese momento, su rostro, paradoja donde la belleza se manifestaba en el conjunto, enmarcado por rizos cortos donde asomaban sus orejas, y los ojos…era la mirada que el Caminante había buscado sin saberlo.
El Caminante hurgó en sus recuerdos, muchos, demasiados quizás, y tanteó sus heridas, condecoraciones ocultas de luchas, muchas de ellas olvidadas, aún así no recordó haber vivido algo así, nunca en sus largos viajes.
Eran dos Guerreros que se habían encontrado, no soldados, aunque su vestimenta pareciese definirlos, a diferencia de estos, ellos elegían las Causas por las cuales luchar.
El Caminante reconstruyó la Historia, quizás para asegurarse que no estaba soñando.
En el pueblo había encontrado una nota de ella, buscando compañero para una nueva batalla, justo lo que el Caminante necesitaba. Sin embargo, vaciló, primera vez en conseguir así, alguien para marchar a su lado. El primer encuentro pareció preparado por los Hados…de las Tormentas, los nervios de él, su uniforme de lucha, los gritos de los amos de la comarca, una despedida casi forzada. Mas tarde sabría que ella pensó que había huido, solo ahora el Caminante había demostrado la falsedad de esto.
El siguiente encuentro fue una danza de puercoespines, como lo definiría un juglar. Ella y Él se midieron, se tantearon, él recordando los gestos de un Caballero, ella sintiéndose halagada por el trato. Caminaron juntos al alojamiento de él. Y tomaron juntos, bebidas que se volvían en excusas para brindis y comentarios. Y llegó la música, y ambos la tararearon juntos, mientras asomaba la primera sonrisa.
Y llegó la Magia, como siempre sutil, sin ser notada, y creció con las palabras y las historias.
Ella hablaba de agonías, de amores ganados y perdidos, de sufrimientos que creía olvidados, de heroicos triunfos sobre bestias intemporales, de cómo había perdido una fe, y había construido la suya propia.
El Caminante, torpe en su intento de acercarse, impulsado por sus ansias, rechazado con suavidad por ella.
Las horas parecían minutos, por primera vez en largo tiempo, el caminante abrió su corazón. Y contó de batallas y trabajos, de hijos lejanos y desengaños no tan cercanos, de la traición que le propinó su propio corazón alejándole de la mujer amada, de cómo había llegado hasta allí y de sus creencias. Ambos coincidieron en algo, el Amor era un lujo que no podían, y no querían, darse, no por lo que era, sino porque las heridas que dejaba cuando terminaba eran demasiado profundas y dolorosa, aún para Guerreros como ellos dos.
La Noche estrechó sus brazos para acercarlos. El Caminante la abrazó y ella respondió con la calidez y la fuerza de lo que era, el resultado de su pasado, la verdad de su presente. Aquel Beso fue el primer paso en el Camino que transitarían juntos, le seguirían muchos mas, cálidos, dulces, profundos.
Las vestimentas, un dulce impedimento, parte de la emoción de descubrirse.
Y llegó la Pasión, como caricias de sus manos sobre el cuerpo del otro, los labios seguirían el camino así marcado. Y el saberse deseados y queridos fue la fuerza que transformó los últimos pudores en una pared de papel que no dudaron en romper
Luces lejanas, únicos testigos de los dos cuerpos volviéndose uno, de la dulzura y deseo que los envolvió, sed calmada después de un largo tiempo por el más ansiado de los néctares.
El lecho no era grande, no necesitaban más para estar tan juntos.
Ella se relajó en sus brazos. Algo tibio se despertaba en el corazón del Caminante. Por primera vez en años los ojos se humedecieron, y se preguntó cuando había sentido algo así.
El silencio le contestó con otra pregunta: Antes? Nunca Antes?

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