jueves, 16 de abril de 2009

HADA

Los hombres habían olvidado.
Maestras de colegio de voz chillona y gestos adustos, con bolsillos siempre repletos de dulces que entregaban con manos donde se adivinaba el polvo de la tiza, reemplazadas por frías pantallas de cristal, donde modelos frustradas explicaban con vocecitas inexpresivas, las mas grandes epopeyas de los hombres, reducidas a anodinas historias con protagonistas dudosamente creíbles.
Bosques que vieron la ascensión del hombre y el brillo de la civilización, destruidos, ocupados sus espacios por cultivos o edificios, monumentos a la infinita ambición de unos pocos.
El aire, hogar en tiempos pasados de seres grandiosos, admirables, o simplemente graciosos, convertido en una masa de gas apenas respirable, donde grandes aparatos navegaban llevando en su interior a seres ensimismados en sus mezquinos intereses.
El agua, ese espejo transparente donde princesas de cuento se habían mirado para arreglar sus cabellos, una sucia alcantarilla donde repugnantes seres se desplazaban bajo la oscura superficie.
El Caminante meditaba, salía de la ciudad, de una ciudad, con la esperanza de dejar atrás tristeza y sufrimiento, buscando el último Bosque, donde los últimos Árboles luchaban por sobrevivir.
Y caminó, siguiendo el Río, guiado por el Viento y el sol del mediodía, apenas visible entre el humo.
El camino se estrechó, desapareció el pavimento, se volvió una senda, El río fue aclarando sus aguas y transformándose en un arroyo. Y el aire se aclaró, se hizo mas liviano, mes fresco, como deseoso de ayudar al Caminante en su ruta. Y el sol comenzó a ponerse cuando el Caminante, casi sin darse cuenta, pero al mismo tiempo profundamente consciente del momento, entró en el Bosque, y se adentró en él, hasta que, en la oscuridad, no podía distinguir el sendero. Decidió que era el momento de descansar y se tendió sobre la hierba, la luna asomando, lo suficiente para dibujar en las sombras que disipaba, fantásticas figuras.
Y el sueño llegó, y con el las imágenes, dragones elevándose hacia la luna, duendes jugando entre las ramas de los árboles, unicornios fingiendo luchas bajo arco iris apenas insinuados. Y Ella, presenciando todo, espectadora y protagonista principal, un Hada, mas allá de las descripciones, del tiempo y del espacio, era a la vez suma y resumen de todas las fantasías de los hombres y las envidias de las mujeres, rubia, esbelta, la luna se reflejaba en sus ojos, y competía con la blancura de su sonrisa, sus alas se adivinaban como sutiles dibujos de rocío en la penumbra.
El Caminante confundido miraba, como todo sueño era difícil distinguirlo de la realidad. Y el Hada lo miró. Fue amor, compasión, una amante frente a su amor y una madre frente a su hijo…, irresistible e indeclinable invitación. El Hada le habló de los seres refugiados en el Bosque esperando el retorno de la Verdad, de Hombres que, como el Caminante, no olvidaban, y de un tiempo mas allá de la vida del Caminante donde otra vez vagarían libres, al lado y no huyendo de los hombres…y le dijo su nombre, Mairim, bajo hechizo de olvidarlo si alguna vez intentaba pronunciarlo
La primeras luces del sol despertaron al Caminante, si alguien lo hubiera visto, no entendería su expresión, era la de alguien a quien se la ha revelado el sentido de las cosas.
Reanudó su camino, en busca de otra ciudad y de otros hombres, quizás con la esperanza de encontrar a alguien con quien pudiera compartir su sueño.
Salió del bosque, se desvanecía el ruido del agua corriendo entre las piedras y del viento entre las agujas de los pinos.
Cuando ya estaba lejos para escucharlo, un sonido acompañó a los otros, igual y distinto, si el Caminante lo hubiera escuchado, hubiera pensado en la risa de un Hada.

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